Por aquel momento divisamos en la base de la falda nevada por la que íbamos a otros dos montañeros (los valencianos) que seguían el camno correcto, el fácil, el marcado. Nos habían cogido, signo de que nuestro ritmo era bastante lento. Después de unos desplazamientos horizontales llegamos a unas rocas donde nos colocamos los crampones e iniciamos el ascenso hacia el collado, que nos permite seguir hacia la cresta del Perdiguero. Los crampones dan una seguridad tal que crees que andas sobre llano. Imprescindible cuando hay nieve dura/hielo y pendientes acentuadas.
Desde el collado Ubago hicimos una parada con la emoción del que ha subido a 2700m llamando a familiares y amigos dando fe de las vistas y contagiando emoción. Debían ser las 12h00, unas 5h30 desde nuestra puesta en marcha. El siguiente tramo transcurrió por nieve fácil de transitar, con poca pendiente y con maravillosos paisajes. En breve llegaríamos a la zona donde la pendiente se acentúa y el desnivel ascendido es máximo en una longitud mínima. El cansancio, aunque presente, no se siente más que la humedad o el dolor de los pies. Pero estábamos subiendo, camino de lo que en ese momento parecía la cumbre y que sería el principio de la arista. Al cabo de un buen rato ascendiendo, con el jóveno a mis pies y el caballero Hornero fuera de mi vista, corono lo que creía la cumbre. Error!! Se divisaba una larga explanada blanca, completamente llana y no se veía a Hornero. Maldición! donde está?? esto quiere decir que todavía queda trecho!! Ese tramo, fue una relajación para los pies puesto que simplemente se andaba. Debíamos estar cercanos a los 3000m y al cabo de unos minutos vi la arista completa, de unos 800-1000m que debía seguir hasta la cumbre. David iba por el camino, adelantado, y los valencianos ya comían en la cima.
Bajón de moral pero a la vez ganas por llegar y saborear las vistas. Un duro paso, con acantilado a un lado y pendiente exagerada al otro hizo que la adrenalina se generara en mi interior. Pero al cabo de otros 45 minutos, estaba en la cumbre, comiendo mi jamoncito de pavo, a 3.222 metros de altura, en el límite geográfico de Francia y España. El jóveno llegaría en un rato y la sesión fotográfica de rigor comenzaba.
(continuará)
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