El otro día me ocurrió una anecdota digna de comentar:
Aprovechando que no saco tiempo pa cocinar, me hice un huevo duro para complementar una ensalada. El huevo, una vez cocido, lo dejé junto con los demás en la nevera rodeado de un papel de cocina, para diferenciarlo. Por la noche, preparé las cosas para el día siguiente y dejé mis ingredientes (lechuga, tomate, atún y el huevo) listos en una bolsita.
Cuando a las 2pm me puse a preparar la ensalada, le di un par de toques al huevo con la sorpresa de que ¡era uno fresco! Mi estupor fue grande, similar a la risa de los que me acompañaban en la cocinita. Al final lo pude recuperar y me hice un hermoso huevo frito.
Al rato de estar comiendo la ensalada, me asaltó una de esas dudas que exclamas en alto: ¿Cómo demonios ha conseguido un huevo fresco llegar en mi mochila hasta aquí sin haberse roto y montado un verdadero cisco? Pues bien, he llegado a la conclusión de que la Ley de Murphy, en este caso concreto se ha aplicado, sólo que a la inversa:
Si llevas un huevo fresco en la mochila sin saberlo, éste llegará a su destino final sin ningún problema. Bienvenido el Anti-Murphy!
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