Tras 3 horas casi de espera montados en el avión hemos despegado. A la hora y media, cuando han sacado la cena, me he imaginado que iba para largo. Pero no me ha importado, más que nada porque en esos momentos no te quieres marchar. Al menos a mí, me ha reconfortado quedarme un poco más en tierra.
Así que cuando finalmente hemos despegado, no he sentido ese gran vacío que uno siente cuando se lanza a vivir una nueva experiencia... tampoco lo he sentido porque sabía que al llegar, después de coger el tren hasta Leiden Centraal, estaría de nuevo en casa: en el palomar.
Gracias Pableras!
1 comentario:
Feoooooooooooooooooooooooooooo. Jejejejejejeje.
Muchos besos.
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