Lunes 15 de enero, 8:30am.
Al subir por la escalera hacia la oficina, el acuario parece sucio y el agua tiene un color desagradable. Quizá el olor también es más fuerte de lo usual, aunque en principio no lo advertí. Al pasar por delante, me cruzo con un compañero que clama: están todos muertos, todos.
Un sólo vistazo y bastó para comprobar la masacre. Sobre la arena y el fondo rocoso artificial de la pecera, yacían inmóviles los pececillos que el viernes todavía nadaban, indiferentes a la realidad que durante el fin de semana les mataría. Hasta los más grandes, en minoría numérica pero haciéndo gala de sus coloreadas aletas transversales, flotaban sobre el agua turbia. Sólo quedaban con vida los milimétricos caracoles parásitos que se alimentan de los desechos de la pecera.
Una pista, la que los investigadores deberían seguir en el caso de que se iniciara tal investigación, empezaría en el cuerpo de los malogrados peces. Su cuerpo se haya proximo al estallido, como si una sustancia hubiera reaccionado catastróficamente sobre ellos.
2 comentarios:
hey, le hiciste un lavado de cara al blog!
la pregunta es: están en un lugar mejor?
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